Un día estaba en mi casa (cuando vivía con mi mamá) a golpe de las 10 pm. Había quedado con mi amigo El Pelu en que iríamos a un sitio de moda para rumbear. Yo estaba a eso de las 6 pm emocionada, pensando en qué ponerme. A eso de las 8 pm con hambre, haciéndome algo de comer y a las 10 pm, cuando ya El Pelu estaba por llamar para ir a buscarme, viendo Friends y con un fastidio enorme de salir.
Así que con toda la pereza del mundo y ya arropada hasta el cuello, decidí llamar al Pelu para decirle que mejor salíamos otro día, que ya tenía sueño, y que en fin, lo dejaba con los crespos hechos. Al rato me sentí mal, porque no sólo dejé embarcado a mi amigo, sino que ¿cómo es posible que alguien en plena juventud prefiera quedarse en su casa viendo tele? Definitivamente, así no iba a conocer al príncipe de mi vida (tampoco a donde iba a rumbear, pero ese no era el punto, sino mi apatía al disfrute social). Y me di cuenta en ese momento que yo, como mucho, quería ir a una parrillita o a casa de alguien a tomarme un vinito, y mientras me debatía entre mi desidia social y mil excusas para sentirme mejor, Chandler Bing, el de Friends, estaba experimentando mi mismo sentimiento. No quería salir. Prefería quedarse viendo tele en su casa y se preguntaba -como yo- cómo a sus 29 años -como yo en ese momento- iba a conocer a alguien, casarse y tener hijos.
Y me di cuenta que era un tema generacional. Al final Chandler se casó con Mónica, una de sus amigas, y yo me hice novia de uno de mis amigos. Así que no sé si la moraleja es "échale el ojo a los amigos", "trátalos bien" o "búscate amigos guapetones", pero definitivamente el punto es que muchas veces creemos que algo sólo nos pasa a nosotros cuando muchos experimentan nuestros mismos temores.
Así que debemos hacer lo que nos provoque, porque nunca sabemos dónde está nuestro destino. Así sea que nos provoqué quedarnos viendo tele en la casa.
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